16 may 2011

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Artículo: Viaje a la nueva cárcel de Albocasser

Viaje a la nueva cárcel de Albocàsser:
por Javier Arnau



ALBOCÀSSER (CASTELLÓN).- Al despertar, unos barrotes impiden observar con nitidez una magnífica vista montañosa. Estar preso significa acostarse sobre una cama dura como la pared que la sustenta, como la puerta electrificada que sólo puede atravesarse bajo autorización penitenciaria. La celda de una cárcel es pequeña; el baño, ínfimo; y la seguridad, máxima.

La cárcel de Albocàsser, inaugurada este martes, queda lejos de cualquier atisbo de prisión cinematográfica, pero conserva un halo de sobriedad sólo disimulada débilmente por áreas de recreo en las que predominan futbolines, mesas de ping pong y porterías y canastas sin red. Una piscina, un polideportivo, miles de metros cuadrados de patio para el paseo...

Nada es lo que parece en una prisión. Los permisos son necesarios hasta para ver la televisión. Y hay quien tampoco escapa allí de la rutina. Toque de despertador a las 8.00 horas (obligado para todos), desayuno (quien falte recibirá una sanción), trabajos remunerados o talleres de reinserción durante toda la mañana, vuelta al módulo para comer... Y así hasta que cae la noche y se empequeñece la celda en la misma proporción que se engrandecen sentimientos como el de la soledad o, quizá, el de culpa.

El entorno de la cárcel es casi bucólico. Tanto, que en días de viento en Albocàsser, el olor a ganado se hace patente al salir del módulo. Por contra, en días calmados, puede respirarse un aire fresco, parcialmente reconfortante para quien vive preso entre cuatro inquietantes paredes.

Quedan tres meses para que lleguen los primeros presos. Los pasillos que hoy están atestados de periodistas, mañana lo estarán de incertidumbre, de miedo, de soledad, pero seguro que también de emociones totalmente antagónicas. Porque una cárcel también es un conglomerado de sentimientos a los que resulta difícil acceder. Como en la vida fuera de los muros electrificados. Por eso las autoridades se muestran firmes en la aplicación de las penas carcelarias igual que asumen el derecho constitucional a asegurar una mínima dignidad a los delincuentes. Es, en definitiva, como 'disfrutar' de una magnífica vista teñida de barrotes.

La frialdad de los datos dice que el nuevo centro cuenta con 1.214 celdas y que Castellón II implantará programas de tratamiento y de buenas prácticas que ya existen en otros centros, como tratamientos para condenados por violencia de género o agresión sexual, drogodependencias y, muy especialmente, los "módulos de respeto", lugares en los que los internos se comprometen a cumplir las normas de convivencia y realizar algún tipo de tarea.

El centro está formado por 12 módulos residenciales y cuatro polivalentes con 1.008 celdas en total, un módulo de régimen cerrado con 70 celdas, uno de ingresos, salidas y tránsitos con 72 celdas y uno de enfermería con 64 camas.



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